Kiki tiene 13 años, justamente la edad a la que las jóvenes brujas viajan a otras ciudades solas para entrenar sus poderes y descubrir qué es lo que mejor se les da hacer. Durante unos años deben valerse por si mismas, ser responsables e independientes y, si lo logran, podrán seguir con el resto de su educación.
Así que, con un poco de dinero, su gato Jiji y la escoba de su madre, Kiki parte buscando una ciudad que esté cerca del mar y llega a una en la que las brujas no se han visto desde hace años y no son muy bien recibidas precisamente... Para ganarse la vida Kiki hace lo mejor que puede hacer alguien que sabe volar: crea un negocio de envíos aéreo. Mientras entrega más y más pedidos va conociendo a distintas personas de las que aprende cómo ser independiente y qué hacer los días en los que se está decaído.